Entre los años 1960 y 1980 en EEUU Norman Borlaug con ayuda de asociaciones agrícolas internacionales logró mediante cruces de plantas obtener cultivos más productivos, su motivación siempre fue la erradicación del hambre y la desnutrición en los países en vías de desarrollo. Pero no estaban viendo la otra cara del folio, cada vez se utilizaban más fertilizantes químicos y fitosanitarios y en consecuencia las plantas estaban creando resistencia y los fertilizantes quedaban bloqueados en el suelo.  Fue en 1968 cuando el William Gaud acuñó el término “Revolución verde” para describir la era agrícola que se estaba viviendo. ¿Pero qué es la Revolución verde? Básicamente incrementar el rendimiento de los cultivos sin aumentar la superficie de plantación utilizando variedades agrícolas más productivas y tecnologías de alto coste, así como más plaguicidas y fertilizantes.

Hoy día se puede entender que la Revolución verde está llegando al final de su ciclo. Lo que nos ha llevado a este punto y final del ciclo es la información y las  evidencias de la contaminación de acuíferos y suelos cada vez más degradados sin ningún ápice de vida en ellos y por supuesto la destrucción del planeta.

La FAO lleva años alertando que la contaminación de aguas subterráneas es uno de los problemas más graves en los países desarrollados y que cada vez se evidencia en países en vías de desarrollo. Se han estado utilizando fertilizantes químicos a gran escala sin pensar en las consecuencias. La contaminación por fertilizantes se produce cuando estos se utilizan en mayor cantidad de la que puede absorber un cultivo o cuando se elimina por la acción del agua o del viento de la superficie del suelo antes de que puedan ser absorbidos. Los excesos son arrastrados por cursos de agua o se infiltra a través de agua subterráneas y esta sobrecarga de nutrientes provoca la eutrofización dando lugar a una generación masiva de algas que suprimen a otras plantas y en consecuencia animales acuáticos provocando un problema de increíbles dimensiones (un claro ejemplo y actual sobre ello es la problemática del Mar Menor en la Región de Murcia).

Cada vez son más las empresas fabricantes de fertilizantes y otros insumos agrícolas como el Grupo Indalva que apuestan por unirse a la nueva era agrícola y a poner fin a la “Revolución verde”. La meta es dar al mercado soluciones agro sostenibles y no solo respetuosas con el medio ambiente, sino que puedan, a su vez, enmendar los daños causados durante tantas generaciones. La agricultura es necesaria para vivir al igual que la salud del planeta, por lo que debemos proteger ambos simultáneamente.

La investigación y la creación de nuevos productos entendiendo, respetando y contribuyendo a los ciclos naturales biológicos, aportando microbiota a la rizosfera, es uno de los puntos clave. Los productos fabricados a base de estas bacterias específicas no solo ayudan a la fijación de nutrientes, sino que aportan valor añadido a los terrenos en los que se aplican, iniciando así una reestructuración del suelo y regenerando la microbiota original, aparte de otros factores indirectos.

Una pregunta que puede asaltar al lector es cómo algo tan biológicamente obvio no se ha aplicado con anterioridad. Aparte de que las tecnologías de laboratorio para el aislamiento y la reproducción de cepas son cada día más avanzadas y esto es una clara ayuda para el avance e investigación, efectivamente,  estos productos bacterianos de nueva generación a pesar de  tener una “lentitud” en los resultados con respecto a la fertilización tradicional, son cada día más valorados,  ya que actúan de manera constante en el tiempo una vez que se comienza a trabajar con ellos.

Si cambiamos de modelo de agricultura también debemos cambiar la forma de observar resultados y de pensar en soluciones. Al final nuestro objetivo es cumplir nuestro cometido de reducir la adición de fertilizantes químicos y ayudar a la regeneración de suelos y por tanto a la conservación del planeta.